A veces
cuando alguien injustamente te hace daño y tú persistes en tratar de lograr que
la persona rectifique, pero la persona que te hizo daño, que está en una
posición de autoridad sobre ti, se resiste a rectificar, y para defenderse
preventivamente te difama y da una falsa versión unilateral de lo que sucedió
entre ella y tú, y los demás le creen,
porque tiene autoridad, y a ese tercero que le cree le parece imposible que quien tú alegas
que te ha agraviado pueda haber cometido tal injusticia, ahí tu mundo
parece hundirse, porque lo que trataste de corregir se complica, a tal punto
que tú aparentas ser un villano, por la forma en que te tratan, entonces tú
desistes de defenderte, te sumerges en Dios y le pides auxilio, porque lo que
hiciste, lejos de ayudarte ha hecho que sin razón te agravien más, porque ahora
son más los que te agravian, lo cual hace que te postres ante Dios con un corazón contrito, que ores, que busques
honestamente día y noche Su rostro, entonces el que te agravió, al ver que no
te apartas de Dios, sino que te acercas más a Él, se preocupa (y si no se preocupa,
debiera preocuparse), porque Dios siempre sale en defensa del vituperado que le
busca, especialmente si el vituperio lo comete aquél que se supone que te ame,
consuele y cuide de ti, porque Dios, al que le da autoridad, siempre le pide
que rinda cuentas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario