En la desesperación, en la confusión de tus pensamientos alborotados, en la inquietud de las emociones que revuelcan tu pecho, cuando ahí te encuentras y tu instinto de gladiador te dice que metas mano, que actúes aunque no sepas con certeza lo que vas a hacer, ahí en ese momento que piensas levantarte y pelear contra un enemigo que no ves, pero que sientes, ese es el momento preciso en que debes callar, humillarte ante Dios y esperar en Él hasta que pase la tormenta, para que no cometas una locura. Justo antes de la intervención divina en tu vida, el enemigo de tu alma te incita a que pierdas la paciencia y pelees valientemente para demostrar tu fe, aunque Dios no te haya dado instrucciones. Nunca te adelantes al consejo de Dios. A veces Dios permite que tu vida se alborote para enseñarte a confiar en Él.
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