sábado, 10 de noviembre de 2012

Jesús

Dios trasciende a nuestro entendimiento.  Nuestra mente no puede ni imaginarse cómo Él es ni el lugar de su habitación.  Él lo sabe.  Por eso, para que nosotros entendamos su naturaleza y cuánto nos ama, envió a su único hijo, a Jesús, para que nos demostrase la naturaleza del carácter del Padre, lo cual hizo primero a través de su vida intachable y finalmente entregándose en la cruz por nosotros, sufriendo en el proceso vergonzosos vituperios y dolorosos castigos inmerecidos.
Tres cosas, entre muchas, sobresalen como profundas enseñanzas del sacrificio de Jesús, las cuales debemos internalizar y tener como faros permanentes que nos dirijan a través de los rocosos obstáculos que nos pone la vida.  Primeramente, el amor de Dios hacia nosotros es profundo, genuino, eterno, permanente, inamovible, tierno, inexplicable, de tal modo que la manera en que Él entendió que nos lo podía comunicar fue entregando a su Hijo, quien a su vez voluntariamente entregó su vida, por nosotros en un gesto de amor.  Segundo, como corolario de ese gesto de amor, el Padre nos demuestra su alto sentido de justicia, pues Él, en su incuestionable sabiduría, entendió que para pasar por alto nuestros pecados debía haber un sacrificio expiatorio, a saber, un precio, o al menos un sustituto, que pagara por, o recibiera, el castigo digno de la desobediencia del hombre, lo cual Jesús, su único hijo, hizo al morir por nosotros en la cruz.  Y tercero, el gesto abnegado de Jesús nos demuestra que nada de lo que pasemos en la tierra tiene importancia cuando lo comparamos con el valor de la gloria venidera y el tesoro de la vida eterna.
Así las cosas hermanos, debemos confiar en que Dios nos ama y nada de lo que nos pase aquí en este mundo tiene importancia a la luz de la gloria venidera que Jesús nos quiso comunicar con su desprendido gesto de amor, el cual hace insignificante cualquier sufrimiento, adversidad, oprobio, humillación, o vejación que nos atormente.  Finalmente, debemos conducirnos como personas que aprecian ese gran sacrificio que Jesús hizo por nosotros, porque si no nos conducimos dignamente, teniendo la ayuda del Espíritu Santo para hacerlo, entonces ya no tendremos defensa cuando nos presentemos ante Él en aquel día, cuando todos seremos juzgados por nuestras obras, porque aunque somos justificados por fe, la mejor forma de demostrar nuestra fe es nuestra obediencia y perseverancia en lo que Jesús nos enseñó, fundamentado todo en que Él, Jesús, es el Hijo de Dios quien murió, resucitó y es digno de toda la gloria.

1 comentario:

  1. Sugiero que leamos y leamos esta reflexión, porque hasta que no internalicemos su enseñanza, difícilmente viviremos una vida cristiana victoriosa. Las demás reflexiones, las que nos mueven a nobles sentimientos, son buenas, pero esta reflexión es fundamental y debemos entenderla para vivir como Él nos pide. Por esta razón puse la reflexión que sigue, que habla de entender lo que Dios quiere que hagamos.

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