Nunca resistas llorar ante la presencia de Dios, porque nuestras lágrimas sinceras conmueven su corazón. A veces logramos más mediante un quebrantamiento sincero ante su presencia, que a través de sacrificios largos con vestigios de religiosidad. Llora, quebrántate, rómpete, humíllate, derrámate, sincérate, y abre las puertas de tu corazón de par en par ante Dios y su consuelo vendrá sobre ti pronto y de forma sobrenatural, como el padre que levanta a un niño que se cae después de tropezar con una piedra. El amor de Dios va por encima del juicio cuando nos quebrantamos ante Él con sinceridad y sentido de entrega total a su misericordia.
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