Cuando le fallamos a Dios al comienzo de nuestro peregrinaje como cristianos y nos arrepentimos, Él viene a nuestro socorro pronto y enseguida nos restaura el gozo de nuestra salvación para que sepamos que nos ama y siempre está presto para socorrernos; cuando le fallamos a Dios llegando al final de nuestro peregrinaje como cristianos y nos arrepentimos, el esconde su rostro de nosotros hasta que le busquemos de veras y con mucha intensidad, para que sepamos que con Él no se juega.
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