Cuando
día tras día te levantas temprano, o te acuestas tarde, para buscar el rostro de Dios y sigues
haciéndolo sin sentir respuesta inmediata y pasan las semanas, los meses y los
años y nada excepcional pasa en tu vida, no desmayes. Aunque no sientas en tu mente, en tu alma y
en tu espíritu que has logrado entrar al Trono de la Gracia como tú esperabas,
no desmayes, sino más bien alégrate, porque si has sido sincero (aunque tus
dudas tengas porque no has sido muy efusivo) y honesto en tu acercamiento a
Dios, la demora en recibir respuesta puede ser una buena señal, porque cuando
la respuesta demora es porque va a ser contundente, milagrosa (aunque tenga
apariencia de cotidianidad) y permanente.
Escucha bien, buscar de Dios sinceramente nunca es en balde, pero
rendirse antes de tiempo es una receta segura para no agradarle.
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