Cuando vayas
a tomar una decisión delicada y, después de haber orado, sientes algo en tu
pecho que no te cuadra del todo, y tienes un sentido de inquietud permeado de
pensamientos desorganizados, cuando piensas en la decisión que estás a punto de
tomar y no tienes paz, y personas en quien confías te sugieren esperar, espera,
porque la dirección de Dios fluye y no suele darse en condiciones forzadas,
sino más bien se da sin que tú ni siquiera te des cuenta cómo pasó y sin tener
que forzar tus acciones para que Su voluntad se lleve a cabo. Esperar suele ser bueno.
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